Grandes comienzos... que se desinflan
Uno de los rasgos más característicos de las obras de autores noveles es la desigualdad del inicio con respecto al resto. Aunque cada caso es diferente, resulta bastante común que estos libros comiencen con un estilo cuidado, frases elaboradas, comparaciones ingeniosas y ritmo ágil. Esto, lejos de ser algo malo, es muy positivo, pues los primeros capítulos son los que crean las conexiones con el lector.
El problema viene cuando los capítulos van avanzando y la calidad de la escritura, de pronto, comienza a decaer: el ritmo se frena, el estilo empieza a hacerse torpe, las imágenes se vuelven repetitivas, los personajes se desfiguran... En definitiva, una historia que prometía se desinfla sin remedio.
Es un asunto grave, ya que una caída de la calidad resulta decepcionante (incluso irritante) para el lector, lo que puede llevarle a abandonar la lectura (la tasa de abandono de un libro es mayor en sus 40-70 primeras páginas). Por otra parte, una historia siempre resulta más interesante si el ritmo es justo el inverso, esto es, va aumentando con el transcurso de los capítulos.
Por suerte, hay una fácil solución: la planificación. Realizar un exhaustivo trabajo de organización previo a la escritura es fundamental para mantener la cohesión. Escribir con orden, sabiendo de antemano todo lo que va a ocurrir, ayuda a fortalecer el libro, lo hace más completo, mejor acabado y, por lo tanto, más agradable de leer.