De juntar letras a desarrollar el lenguaje literario
Muchos autores, buscando diferenciarse de los demás, se refieren a sí mismos con adjetivos como «juntaletras», «escribidor» o «cuentista». Esto es más o menos divertido, pero esconde una cuestión profunda y con bastante mala leche: ¿qué significa realmente ser escritor?
El mundo de la escritura está lleno de intrusismo, empezando por los propios autores, que llegan a dudar tanto de sus propias capacidades que suelen sufrir el síndrome del impostor. De modo que no es ninguna locura preguntarse qué diferencia a un escritor de un escribidor; cuándo empieza uno a poder considerarse realmente escritor.
Lamentablemente, no tenemos respuesta a esta pregunta y mucho nos tememos que va a depender del momento en el que te encuentres. Habrá días que te veas más escritor, habrá días que te veas menos, y habrá días en los que no te veas en absoluto. Sí que podemos decirte que no estás solo en esto y que incluso los más grandes se han visto a sí mismos como impostores. Bueno, tal vez Oscar Wilde no, pero él es una excepción.
No obstante, si quieres nuestra opinión al respecto, sí que hay una cosa que puedes empezar a hacer desde ya para que tus lectores te vayan considerando como un escritor con todas las letras. Nos referimos a esos pequeños detalles que convierten un texto normal en uno literario, eso que hace que los lectores digan: «Hey, pero si esto ¡parece un libro de verdad!». Estamos hablando de desarrollar el lenguaje literario.
Desarrollando el lenguaje literario: primera parte
Cuando hablamos de desarrollar el lenguaje literario no nos estamos refiriendo a eso tan manido de «encontrar tu propia voz». En este sensacional artículo de Gabriella Literaria —además de permitirse citar a Paulo Coelho— se nos insta a dejar de perseguir tópicos y a centrarnos en ser originales.
Y es que buena parte del desarrollo del lenguaje literario entronca directamente con la originalidad. Espera, vamos a ponerlo más grande y bonito para que cale mejor.
«El desarrollo del lenguaje literario entronca directamente con la originalidad».
Ser originales, frescos, expresar las ideas de una forma distinta a los demás, intentar narrar de una manera jamás vista. A lo mejor en tu obra estás tratando temas ya trillados —casi todos lo están—, hablas de cosas mil veces representadas, de lugares conocidos de sobra, pero si logras encontrar una forma de expresión nueva, todavía serás capaz de sorprender al lector.
Originalidad, qué bonito nombre tienes
Sabemos lo que estás pensando, que eso de ser originales también lo has escuchado muchas veces por ahí pero que no es tan sencillo. Y tienes razón. Aquí, como de costumbre, vamos a darte algunos consejillos que te ayudarán a verlo un poco más claro.
- Lee a los clásicos. Es posible que no te resulte la idea más atractiva, pero los considerados como clásicos llevan esa etiqueta por algo. Los grandes libros son atemporales, puede que su lenguaje sea algo más farragoso de lo que estamos acostumbrados, pero siempre están vigentes. Observa cómo se expresan ellos, cómo solucionan las situaciones más complejas, qué inventaron que luego todos copiaron.
- Trata con cariño todo lo que escribes. Cada párrafo, cada línea, cada coma; todo debe tener un porqué. Mima los pasajes de tu libro, todos por igual, aunque se trate de partes que te gusten menos. Y, sobre todo, no des por bueno todo lo que escribas. Relee, corrige, reescribe, pule y vuelta a empezar.
- Menos es más. Si puedes solucionar una escena, diálogo o descripción con menos cantidad de texto, mejor. No seas redundante ni reiterativo, recuerda que hay que tratar al lector como a alguien inteligente.
- Sírvete del poder de las imágenes. Usa comparaciones y metáforas, pero cuida de que sean nuevas, fáciles de visualizar y no demasiado complicadas. Y tampoco te pases con la cantidad.
- No abuses de los adjetivos ni de los adverbios terminados en -mente.
- Presta atención a la fluidez del texto. Intercala frases de distinta longitud para crear una cadencia agradable y armoniosa.
- Huye de los clichés, las frases hechas y el lenguaje periodístico. Esto también es algo que habrás escuchando innumerables veces, así que, a continuación, vamos a profundizar un poco más.
Una tontería repetida mil veces no deja de ser una tontería
Vivimos rodeados de textos. En las redes sociales, la publicidad, los artículos, la prensa, nuestro mundo está abarrotado de epígrafes, eslóganes y palabras clave. Este lenguaje que busca ser ágil e impactante, en realidad está saturado de tópicos, lugares comunes, clichés y demás horrores antiliterarios a evitar. En este fantástico post de Inteligencia Narrativa puedes encontrar hasta 100 de ellos, pero hay muchos más y no paran de reproducirse.
No te culpes si alguna vez has echado mano de alguna frase hecha o muletilla, es casi imposible abstraerse de ellas. Pero cuando se trata de nuestros textos, debemos cuidar al máximo que no se nos cuele nada indeseable. Nuestros escritos deben quedar impecables.
Por otro lado, como escritor y representante del lenguaje literario que eres, debes velar por la corrección y nunca caer en expresiones erróneas, por comunes que sean. Esto no hace falta ni decirlo, aunque el idioma es complejo y no siempre es fácil dar con la forma adecuada. Por eso te dejamos esta lista de entradas como recurso:
- Expresiones incorrectas vs expresiones correctas. Proegresados.
- Usos correctos e incorrectos. Escritura y redacción.
- Los errores más comunes al hablar o escribir. Ortografía & Literatura.
- 14 errores lingüísticos demasiado comunes. TeknoPlof.
Y para terminar de convencerte, si quieres saber el efecto que estas expresiones o muletillas tiene en los lectores, echa un ojo al vídeo de esta semana de Javier Miró.
Tú a lo tuyo
Lo más duro de todo es que seguir estas pautas no te garantiza ser original ni desarrollar correctamente el lenguaje literario. Lo cierto es que nada lo hará. Por eso mismo, te recomendamos trabajar al máximo tus escritos y que te despreocupes de preguntas absurdas y peregrinas como si eres un juntaletras o un escritor de verdad. Sé constante y meticuloso, y recuerda las palabras de Antonio Machado:
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Pues aplícate este otro dicho:
Escritor, no hay escrito,
se hace escritura al escribir.
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Ilustración: César Ojeda