La problemática de los mundos de fantasía
Al escribir su primera novela de fantasía, tal vez el comienzo de una saga, muchos autores dedican las páginas iniciales a explicar cómo es el mundo en el que se ambienta: sus características, su historia, quién lo creó, cómo fue, qué razas hay, etc. Una vez superada esta introducción, comienza la acción. Esto es un error a evitar.
Una novela es una historia y, cuanto más concreta sea, más posibilidades tendrá de atraer la atención del lector. Una introducción aclaratoria de un mundo imaginado por un autor, resulta, en la inmensa mayoría de los casos, poco interesante y aburrida.
Una novela debe empezar con sus personajes, o con algo relacionado con la historia que se va a contar, y dar paso a la acción lo antes posible (sobre todo en títulos de aventuras). Esto, y no la calidad, originalidad, o perfección del mundo creado, es el motivo por el que el lector se engancha. Luego, y por extensión, se crea el vínculo del lector con ese mundo en concreto.
Por supuesto, también existen excepciones, como El color de la magia de Terry Pratchett, pero en este caso la introducción al mundo es muy breve, poco detallada, y enormemente divertida.