Mete en cintura a tu narrador
Uno de los problemas más recurrentes en los autores primerizos (y no tan primerizos) es el del mal uso del narrador. Más allá de si debe estar en primera o tercera persona, hablar en pasado o en presente, o ser omnisciente o equisciente, nos estamos refiriendo a la forma de expresarse de esta voz que acompaña al lector desde el principio y que guía la narración.
En muchas obras podemos encontrar a narradores aguafiestas, bocazas, metomentodos, que dan más información de la necesaria. Normalmente, los malos narradores se delatan a sí mismos porque adelantan acontecimientos, dicen sin cesar lo que todos los personajes están pensando, repiten la información ya recibida, resumen la acción que se acaba de producir, traducen lo que ha querido decir un personaje en un diálogo, dan su opinión (que, por casualidad, es la misma que la del autor)... En resumen, es muy fácil que resulten un entorpecimiento más que una ayuda a la hora de relatar con fluidez los hechos.
Para evitar esto y, al contrario, conseguir que nuestro narrador aporte lo que estrictamente necesita la historia para su correcto transcurso, es recomendable recortar drásticamente su libertad de expresión. Suena duro, pero es lo más adecuado. Para ello, nada mejor, a la hora de preparar la novela, que trabajar al narrador como si fuera un personaje más. Y, por supuesto, nunca confundirlo con el propio autor.
Aunque no vaya a formar parte física de los hechos, hay que tener muy claros los siguientes datos de nuestro narrador (o narradores, en caso de haber varios): edad, sexo, motivaciones, conocimiento (qué sabe, qué no), prejuicios, fobias, intereses, intenciones, deseos, afinidades, odios... Cuanto más sepamos sobre nuestro narrador más fácil será para nosotros ofrecerle al lector una voz que sepa guiarle con fluidez a través del texto. Y no olvidemos que los narradores que saben poco acerca de lo que está pasando dejan más libertad a los personajes y ayudan a un desarrollo más armónico e interesante del argumento.
De modo que mete en cintura a tu narrador, defínelo y que diga solo lo que tiene que decir.