Dale alas al amor... y enjundia a tus personajes
Dicen que el amor está en el aire, y bien cierto que es. Se trata de uno de los mayores y más maravillosos misterios de los seres humanos y, como tal, la literatura también lo recoge y reproduce. De hecho, los romances son bastante frecuentes en las novelas.
Hemos conocido historias de amor memorables en novela histórica, en ciencia ficción, en fantasía, en drama e incluso en romántica. Y también hemos sido testigos de sonados fiascos. ¿Qué hace que una relación amorosa funcione en la literatura? Depende de variados factores, por supuesto, pero vamos a ver qué hace que no funcione.
Los malos romances suelen pecar de simpleza: A conoce a B y se enamoran instantánea y locamente. ¿Los motivos?: uno de ellos o ambos son guapos, o jóvenes, o exitosos, o ricos, o A ve en B algo especial que nadie más es capaz de ver (tampoco el lector) y que no sabe explicar, o una mezcla de todo esto. Partiendo de esta premisa, A será capaz de hacer cualquier cosa por B y viceversa. Si funcionó con Romeo y Julieta, ¿por qué no va a funcionar una vez más, verdad?
En una historia de amor que comienza como la descrita, muy pronto empiezan a saltarle las tuercas y los tornillos, ya que, si un personaje se enamora solo por el físico, queda como superficial; si lo hace por el dinero, es un materialista; si es por el éxito, es un interesado, etc. A no ser que se busque potenciar estos defectos, unos personajes así tienden a resultar planos, insustanciales, aburridos.
El principal motivo de todo esto es que, si no conocemos las motivaciones reales de los personajes, no podemos entender por qué se enamoran. Y para conocer esas motivaciones no queda más remedio que saber muy bien qué se mueve en su interior, presentárselos al lector desnudos, reales, completos, ricos en matices; dicho con otras palabras: trabajados a conciencia. Solo así podremos hacer que el lector se meta en su piel, comprenda sus sentimientos y, por qué no, se enamore también.
Imagen: Alice Link