Sobre la fundación de Autorquía
Suele ser bastante frecuente, al poco de oír sobre la existencia de Autorquía, que se nos pregunte ¿por qué una isla?, y a continuación ¿por qué no una cadena montañosa inexpugnable, o un valle recóndito, o un oasis perdido en un vasto mar de arena? Encontramos la explicación remitiéndonos a Johannes O'Shea, seudónimo utilizado por el fundador de Autorquía, y cuya existencia habita casi por completo en el misterio.
Lo poco que se sabe de él procede de un fragmento de su diario personal. En este se nos revela que, pese a tan pintoresco nombre, en realidad se trataba de un marino holandés del siglo XVIII, usuario frecuente de las rutas que unían los rincones más distantes del Gran Océano. Como no podía ser de otra forma, Johannes O'Shea fue autor de numerosos atlas, guías de navegación, álbumes cartográficos, e incluso una enciclopedia bilingüe (neerlandés/mandarín) sobre términos marineros, mercantiles y de biología marina.
Desde recién rebasada la cincuentena, O'Shea, tal vez agotado por la esforzada vida trashumante, buscó con tesón una isla a la que retirarse y de este modo poder dedicarse a la familia (su mujer y sus siete hijas) y a las letras, sus dos grandes pasiones. Fue así como llegaron (para quedarse) los primeros autorqueses al que desde entonces sería conocido como el país donde gobiernan los autores.
Dos tribulaciones nublaban la mente del fundador. La primera era no tener ningún hijo varón, y la segunda, no haber encontrado la forma de escribir un libro de ficción. Su pesar se hizo todavía más hondo cuando todas sus hijas sin excepción, así como su mujer, su suegra y el chico medio botarate que les cuidaba el ganado, comenzaron a producir novelas, relatos, obras de teatro y no poca poesía desde el momento mismo en que se asentaron en la isla. Esto alegró, entristeció, enorgulleció y desesperó, según de dónde soplase el viento, al marino holandés.
Finalmente, Johannes O'Shea, acosado por la edad y la gota, tuvo que renunciar a su anhelado Johannes II, pero sí que consiguió finalizar su primera y única novela, que fue publicada con gran éxito en Europa, siempre según su propio diario. Por desgracia, desconocemos el título de la misma, ya que O'Shea siempre se refería a ella como "mi novelita linda", y además estuvo tan orgulloso de su trabajo que, esta vez sí, firmó con su nombre real, el cual, muy a nuestro pesar, se ha perdido en las corrientes de la historia.