Las claves fundamentales para que tus relatos cortos cuenten grandes historias
En nuestra isla, una de las primeras cosas que se les enseña a los niños en la escuela es que deben empezar por escribir historias en formato reducido y dejar las grandes novelas y sagas para más adelante. El motivo es que resulta más complicado crear una obra larga, es más fácil cometer errores y más difícil encontrarlos y subsanarlos.
El autor se desgasta menos desarrollando una historia corta y también es capaz de sacar valiosas enseñanzas que le servirán en el futuro. Ni que decir tiene que resulta más sencillo encontrar nuevos lectores con historias de pocas páginas, y que la menor longitud del texto facilita el transporte y, por qué no, la compra —un libro corto siempre es más barato que uno largo—.
Pero, atención, la siguiente cosa que se les advierte a los jóvenes autorqueses es que las obras más cortas deben ser trabajadas tan concienzudamente como las largas, ya que, precisamente debido a su extensión, en ellas solo se debe ver una pequeña parte de un trabajo profundo y minucioso.
Y como máxima expresión de literatura en formato corto —dejando de lado los microrrelatos, que son otro cantar—, tenemos los relatos o cuentos. Vamos a sumergirnos en sus profundidades, que, como estás a punto de comprobar, son vastas e ignotas.
Definiendo el (buen) relato
Dice el diccionario de la RAE que un relato —o cuento— es una narración breve de ficción. Y ya. Esta definición, aunque correcta, no se aproxima ni siquiera un poco a lo que podría considerarse como un relato, a todo lo que encierra este género literario.
Otra forma de definir los cuentos es a partir del número de palabras. En este post de LetterPile establecen que se encuadran dentro de esta categoría aquellos textos de ficción de entre 3500 y 7500 palabras. Algunas definiciones variarán el número de palabras, pero es una apreciación válida. Rígida, pero válida.
Tal vez la mejor forma de definir este tipo de obras cortas es acudir a lo que han hecho los grandes maestros y, a partir de sus más célebres trabajos, ver cómo es un buen relato. De este modo, podemos concluir que un cuento de calidad tiene las siguientes características:
- Tiene sentido por sí mismo. No requiere ni una línea extra para su explicación.
- Es conclusivo. Aunque el final quede abierto, debe tener la capacidad de dejar pensando al lector en las distintas posibilidades.
- Busca alguna reacción en el lector, ya sea con lo que muestra o con lo que oculta.
- Explora técnicas narrativas que, tal vez por ser más arriesgadas o de difícil comprensión, son más complicadas de desarrollar en formatos más largos sin cansar al lector.
- Evita lugares comunes. Es vital que un texto tan corto se desmarque de clichés, ya que hay menos espacio y estos serán más visibles —y sonrojantes— que en una novela, por ejemplo.
Asimismo, podemos concluir qué NO es un buen relato:
- Una historia resumida. Un buen relato no es un resumen, no es la compresión de una historia mayor en una cantidad menor de palabras.
- La porción de una historia mayor. No basta con contar una parte de una historia más larga solo para mantenerse dentro del número de palabras requerido.
- Un texto meramente informativo. Un relato puede ser una noticia, o las páginas de un diario, pero si no tiene un valor narrativo en sí mismo, si necesita de otros textos que lo complementen, no está realizando bien su trabajo.
Y es que un buen cuento tiene sus propios tiempos, sus ciclos; la historia que narra tiene que respirar, tiene que hacer llegar su mensaje de forma impactante, en un fogonazo; tiene que dejar hechizado al lector del mismo modo que lo consigue una historia más larga.
Precisamente ahí encontramos la mayor dificultad. Así que vamos a dedicar las siguientes líneas a esbozar consejos útiles para escribir grandes relatos.
Grandes historias de pocas palabras
No dejes que te engañe la extensión del cuento, detrás de cada uno de ellos debe haber un trabajo previo de documentación y planificación exactamente igual que cuando se trata de una novelas. De hecho, estos pasos previos son todavía más importantes en los relatos, ya que es necesario ser tan precisos como sea posible; la extensión nos lo exige. De modo que es imperativo tener un conocimiento exhaustivo de todo lo que se escribe.
Con respecto a la planificación, también es vital saber desde el principio qué se quiere contar en cada momento y cómo. Recuerda que la intención del relato debe quedar implícita en el texto y debe llegar al lector. Y si es de forma sutil, mucho mejor.
Desempolva la podadora
Sabemos lo que estás pensando: con tanta información va a ser complicado que el cuento mantenga una extensión reducida. Es verdad, pero para eso debes honrar la fase de poda del texto antes de darlo por finalizado. Quita todo aquello que sea superfluo, demasiado obvio o reiterativo. Concentra tus esfuerzos en que el escrito quede limpio aunque no se entienda de forma diáfana. Confía en la inteligencia de los lectores, que sabrán interpretar las pistas que dejas.
Sé concreto. No pierdas el tiempo desarrollando cosas que no son absolutamente necesarias para tus intereses. No te pases con:
- Las descripciones
- Los diálogos
- El desarrollo de los personajes
- Las subtramas (esto último está prohibido)
Usa la pluma de los domingos
Como ya vimos antes, los mejores relatos aprovechan el poco espacio para indagar en técnicas narrativas novedosas y alternativas que serían más complicadas en novelas. En esta genial entrada de Diana P. Morales, por ejemplo, puedes encontrar 5 recursos diferentes. Además de eso, un cuento te brinda una oportunidad inmejorable de desarrollar el lenguaje literario.
Cuida las formas, mima cada línea que escribas, usa las palabras más precisas que seas capaz de encontrar, procura que la cadencia de las frases tenga una sonoridad especial. Esto se supone que debes hacerlo con cualquier cosa que escribas, independientemente de la longitud del texto, pero los cuentos, por su brevedad, se prestan como un perfecto laboratorio para pulir tu prosa. No lo desaproveches.
Lleva al lector adonde más te interesa
Si bien es cierto que las novelas suelen dividirse en tres actos —planteamiento, nudo y desenlace—, los relatos tienen su propia estructura. Pueden saltarse el planteamiento y ser todo nudo, pero de lo que no pueden prescindir es del desenlace. De hecho, uno de los recursos más impactantes de los relatos es el giro final sorprendente. No se trata de algo obligatorio, pero llevar al lector por un camino, hacerle creer que el relato va de una cosa para, al final, mostrarle que ha sido engañado, es uno de los mejores recursos de los que te puedes valer.
Mucho ojito con los maestros
En nuestra isla siempre recomendamos a los grandes maestros, todos ellos autorqueses ilustres del pasado, como inspiración y guía para escribir. Con los relatos pasa lo mismo, pero hay que ir con cuidado, ya que tenemos ejemplos de autores que ya han sido capaces de llevar los cuentos a su máxima expresión. Si pretendes imitarles para tus primeros relatos vas a pasarlo muy mal.
No han sido pocos los casos de jóvenes escritores que han tirado la toalla a las primeras de cambio porque no conseguían expresar su ideas como Cortázar. Busca referentes de tu temática, estúdialos y ve poco a poco. Comprende que este arte es tanto o más difícil que los géneros más extensos y que lleva toda una vida perfeccionarlo.
Reuniendo tus relatos en un libro
Si te dedicas a escribir relatos a lo largo del tiempo, verás que poco a poco vas a reunir una cantidad que te permitirá hacer una colección de cuentos. Mira qué bien, una publicación más casi sin despeinarte. Esto es un error bastante común que debes evitar.
A no ser que consideres que tus relatos son tan buenos que merecen ser recopilados en una antología, lo ideal es pensar en el conjunto del libro ANTES de empezar a escribir. Para explicar esto mejor, vamos a referirnos al papel del coordinador de las antologías de cuentos. Esta persona se encarga de busca y reunir los relatos basándose en temas tan fundamentales como la temática, la extensión de los relatos y el impacto que puedan tener en el lector. Esta figura es importante porque le da un sentido al libro, lo hace entendible y le facilita la comprensión al lector.
Por eso mismo, tú debes hacer de coordinador y empezar tu tarea decidiendo la temática, el género y la intención de la colección de relatos como libro. Y eso se hace desde el principio. De modo que ten en cuenta cosas como:
- El género o subgénero
- El público objetivo
- La temática
- La intención
- El contexto espacio-temporal
Una vez que hayas elegido, cíñete a tu elección y no te salgas de ahí a no ser que tengas un buen motivo. Por ejemplo, en tu libro de relatos eróticos ambientados en el holocausto zombi, no introduzcas ningún corte de narrativa urbana espiritual. Y recuerda que puedes mezclar tantos géneros como quieras cuando la temática de tu libro es siempre la misma —la crítica a las dictaduras surgidas durante la Guerra Fría, por ejemplo—.
Tu tarea como coordinador no termina ahí, ya que te corresponde mejorar en lo posible la experiencia lectora, esto es, ordenar los cuentos buscando una reacción concreta en el lector. ¿Nunca te has preguntado por qué el orden de las canciones de un disco es la que es? ¿Por qué unas canciones van antes que otras, o por qué se deja para el final lo más raro? Pues no es casualidad. El orden de los temas está elegido a conciencia y sirve para «ayudar» al oyente a asimilar las canciones y que, en definitiva, el disco le guste más. Y con los libros de relatos pasa justo lo mismo.
En los informes de lectura que hacemos en Autorquía sobre estas obras en concreto, le otorgamos a cada uno de los cortes una valoración de impacto basándonos en factores como la originalidad, la presencia de un giro final sorprendente, la fluidez y agilidad del texto (relación entre giros y/o información relevante por página), y la relación que tienen los propios cuentos entre sí. Una vez valorados, los ordenamos para conseguir mejor la intención que estamos buscando. En ocasiones se busca un efecto en concreto, pero la mayoría de las veces se trata de impresionar al lector, darle ganas de seguir leyendo y terminar dejándole un buen sabor de boca.
¿Acaso no es eso lo que todos buscamos como escritores?
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