8 consejos para esquivar al narrador helicóptero
Antes de iniciar este post nos gustaría felicitar el año a todos nuestros lectores. Esperamos que 2018 sea el punto de inflexión que os lleve a conseguir vuestros objetivos. En la isla de Autorquía no es el 2018, sino el 253 —siguiendo siempre el calendario iniciado por su fundador, Johannes O'Shea—. Y, bueno, el cambio de año no se hace a principios de enero, sino a mediados de abril, pero tampoco importa. Daos por felicitados.
Los enemigos invisibles de las novelas
Hace relativamente poco, los teóricos literarios de la isla identificaron uno de los principales enemigos invisibles de las novelas. Uno de esos que hasta entonces habían estado sembrando el terror en los libros de los autorqueses principiantes. Pero para hablar de ello, primero te tenemos que contar qué entienden estos especialistas por enemigos invisibles.
Es bastante común para todos los lectores encontrarse con historias atractivas que, por algún motivo, no gustan. A lo mejor tienen tramas interesantes, personajes carismáticos, diálogos ingeniosos o describen un mundo cargado de imaginación. A lo mejor son del género favorito del lector. Y pese a todo algo falla, algo no termina de funcionar. Ese algo son los enemigos invisibles, pequeños y repetitivos problemas narrativos que entorpecen la lectura sin que el lector lo note. Y una cantidad importante de ellos se corresponden con la figura del narrador.
El narrador, esa voz que cuenta qué ocurre en el libro, que es el lazarillo del lector, debería ser nuestro gran aliado, pero es cierto que muchas veces se convierte en un problema para el autor y un impedimento para el lector. En nuestro afán por arrojar luz sobre este tema, hemos localizado varios tipos de narrador y les hemos puesto nombre según el enemigo invisible que representan. Aquí unos ejemplos:
- Narrador aguafiestas: el que cuenta cosas que, para mantener la tensión, deberían permanecer ocultas al lector.
- Narrador bocazas: ese que repite información que ya se ha dado.
- Narrador machacón: el que resume lo que acaba de ocurrir —por si no te habías enterado—.
- Narrador pardillo: el mejor amigo del machacón, traductor de lo que ha querido decir cada personaje en los diálogos —por si tampoco te habías enterado—.
- Narrador catedrático: el que usa palabras que nadie conoce ni usaría jamás en una conversación real.
- Narrador borracho: no conoce término medio, todo es exagerado, lo más grande, lo más pequeño, lo más doloroso, lo más placentero. En su vocabulario nunca faltan los términos absolutos.
- Narrador plomazo: el que insiste en repetir la misma construcción de frase una y otra vez.
- Narrador poeta: el empeñado en usar tanta metáfora, símil, hipérbole y demás recurso literario como esté en su mano.
- Narrador metomentodo: aquel que se mete en la cabeza de los personajes y se afana en contar con pelos y señales qué está pensando cada uno.
- Narrador cuñado: ese que está dando su opinión continuamente, independientemente de si la historia lo requiere o no.
- Narrador esquizofrénico: el que describe a los personajes de una manera muy diferente a como luego estos se comportan en realidad.
Hay más narradores patosos, pero estos son algunos de los más reconocibles. Y como decimos, hay muchos otros tipos de enemigos invisibles que pueden chafar tu novela. No siempre son narradores, a veces se esconden en los diálogos, en los personajes, en la gestión del ritmo, los puntos de vista. Son persistentes y malvados, así que ten mucho ojito con ellos. Pero para no extendernos más, pasamos a hablar del último enemigo invisible en cuestión: el temible narrador helicóptero.
¡Que alguien detenga al narrador helicóptero!
Existen varios tipos de narradores que aúnan dos o varios tipos de los mencionados en la lista de más arriba. Estos son algunos de los enemigos invisibles más peligrosos, pero ninguno al nivel del narrador helicóptero. El narrador helicóptero es capaz de mezclar lo peor de cada uno de los narradores y arruinar tu libro sin remedio.
«Vale, ya me has metido el miedo en el cuerpo, pero ¿quién demonios es el narrador helicóptero?».
Como su propio nombre indica, el narrador helicóptero sobrevuela la acción para asegurarse de que todo queda bajo el control del lector. Ni una simple cosa, por insignificante que sea, se escapa de su ojo de halcón. Y tiene una exactitud que ríete tú de la NASA.
Tiene a su disposición una serie de aparatos de medición que le permiten saber cada detalle. Parámetros como el día y la hora exactos, temperatura —en grados, por supuesto—, distancias, volúmenes, humedad, velocidad del viento, incluso grados de inclinación de una carretera.
Pero su vigilancia no se queda en la escenografía. Sabe perfectamente qué siente cada personaje, qué está pensando, qué recuerda. Mejor todavía, si considera que no está aportando suficiente información, tiene la portentosa capacidad de viajar en el tiempo a su antojo. Puede detener una escena y volver atrás para explicar algo, o puede acelerar el transcurso del tiempo para ir directamente al momento preciso que el lector necesita para comprenderlo todo.
No se trata de infodumping. No es que quiera dar datos y más datos de cosas que a lo mejor no llevan a ningún sitio; un narrador helicóptero puede ser escueto. Se trata de que muestra TODO lo que el lector necesita conocer en el momento en el que lo necesita conocer. Y es que este narrador se basa en una máxima: el lector es tonto y hay que ponerle las cosas tan fáciles como sea posible.
El lector NO es tonto
Primer día de clase en la escuela de Autorquía, Primaria, Narrativa 101; el profesor apunta en la pizarra su nombre y, justo debajo, en mayúsculas, la siguiente frase: «El lector no es tonto». Por favor, si no lo has hecho todavía, apúntate esta sentencia, este mantra y tenlo bien cerquita en todo momento. El lector no es tonto. Tatúatelo si es necesario.
La gente tonta no lee, porque la sabiduría está en los libros y quien lee se cura de la ignorancia. Por eso mismo, a los lectores no les gusta que les tomen por tontos. Si sospechan en algún momento que esto es así los habrás perdido para siempre.
Asegúrate de respetar al lector, ya que esa es la mejor forma que vas a tener de honrarlo. Ten consideración por esa persona que va a pagar por tu libro con dinero y, lo que es más importante, con horas de su vida, un tiempo que va a invertir en tus escritos y que no volverá.
Cómo esquivar al narrador helicóptero
Para que nuestro narrador no tenga la tentación de subirse al helicóptero hay una serie de pautas que pueden ayudar. Para empezar, ayuda saber que el lector no es tonto. Para seguir, podemos optar por seguir uno (o varios) de los siguientes consejos:
- Evita el narrador omnisciente. No significa que sea erróneo usarlo, pero has de saber que todos los narradores helicóptero son omniscientes.
- Usa narradores personajes. Su conocimiento limitado de lo ocurrido les imposibilitará el acceso a la temida máquina voladora.
- Delimita los puntos de vista. Para cada capítulo o escena, adopta el punto de vista de un personaje en concreto. Esto, además de darle mayor dinamismo al texto, reducirá el campo de acción del narrador.
- Ten muy claro desde el principio qué secretos quieres desvelar al lector. Establece un «calendario» de hechos en tu escaleta y sígue ese orden a rajatabla.
- Usa el tiempo presente. Esta voz da un aire de inmediatez que ayuda a cortarle las alas a los narradores más intrépidos.
- Dispón de dos o más narradores. Que existan diferentes voces que cuenten la historia hará que diferencies qué sabe cada uno y, por lo tanto, podrás frenarles los impulsos explicativos.
- Haz que tu narrador sea poco fiable. Relacionado con el punto dos, estos narradores tienen algún tipo de interés en que el lector tenga una opinión en concreto. Además, si tienen la necesidad de mentir u ocultar la verdad, tu libro ganará en tensión.
- Utiliza recursos metanarrativos. No te quedes en la narración clásica de la voz que cuenta lo que ocurre. Recurre a otros textos sueltos para armar tu historia, como cartas, diarios, recortes periodísticos, informes psiquiátricos, actas policiales, trabajos universitarios, etc.
Con estos consejos, tendrás recursos para pararle los pies a tu narrador y que se lo piense dos veces antes de subirse al helicóptero para meter las narices donde no debe. Notarás que tus obras ganan en profundidad e interés. Y tus lectores te lo agradecerán.
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