¿Qué buscan las editoriales?
Esta puede ser una de las preguntas más repetidas por aquellos escritores que están metidos en el proceso de enviar su manuscrito a las distintas (y diversas) editoriales. Para responderla sin necesidad de realizar ninguna encuesta a gran escala, debemos desbrozar la cuestión haciéndonos, a una misma vez, otras preguntas.
La primera sería, ¿qué es una editorial? Las hay de diverso tipo, desde luego, pero, si hay algo claro, es que no son ONGs. Son empresas. Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿qué es una empresa? Como aquí no somos expertos en el tema (para eso están las webs sobre economía) nos limitaremos a reproducir la definición que nos da nuestra amiga la RAE:
(Segunda acepción) Unidad de organización dedicada a actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos.
Con la importante pista que ya nos adelanta esta definición, casi no hace falta hacernos la siguiente pregunta: ¿qué quiere una empresa? Pues, simple y llanamente, dinero. No les estamos culpando por ello.
Para conseguir dinero, la principal actividad de estas empresas es vender libros. Para ello debe realizar una fuerte inversión revisando el manuscrito, maquetándolo, diseñando su portada, imprimiéndolo, distribuyéndolo y promocionándolo. Aunque la promesa de tener mayores beneficios sea golosa, lo cierto es que a mayor inversión, más riesgo. Por lo tanto, lo lógico sería pensar que lo que mueve a una editorial para querer correr riesgos con los libros que publica es la seguridad de las ventas venideras.
Esto se complica, ya que la siguiente pregunta es la piedra filosofal del sector: ¿qué asegura las ventas? En un mundo ideal, la calidad de la obra sería lo que más pesase, pero esto no es así. De hecho, no hace falta ser demasiado sagaz para ver que una buena cantidad de los títulos que se destacan en las librerías no son los enfocados a la creación literaria más pura. Son, más bien, aquellos que, a simple vista, puedan parecer más atractivos y, por lo tanto, susceptibles de ser comprados.
Esto nos lleva a la penúltima pregunta ¿qué hace que un libro sea susceptible de ser comprado? La respuesta no es amable: a) que lo haya escrito alguien famoso, cuanto más mejor, no es necesario que el autor sea verdaderamente escritor; o b) que trate sobre un tema de interés general (o al menos que interese a un buen número de personas).
Esto explica los libros que acaparan las mesas de novedades y escaparates y también, muy lamentablemente, que a un autor novel le resulte tan complicado publicar una primera novela. Pero no todo está perdido, ya que nos queda una última pregunta: ¿qué se puede hacer ante esta situación? Muy simple y, a la vez, muy complicado: trabajar una imagen de autor solvente en redes sociales y aglutinar una comunidad de personas dispuestas a leer lo que tengamos que decir, ya que, por todo lo ya explicado, los editores tenderán a valorar más nuestro número de seguidores que nuestras habilidades con el Word.