La importancia del punto de vista en las escenas de acción
Uno de los principales temores de los autores poco experimentados es que no se entienda lo que está ocurriendo en la narración, especialmente en las partes con mayor movimiento o acción. Los mejores consejos aquí (también los más típicos) son los siguientes:
- Tratar de mantener constante el ritmo de acciones siempre que sea posible. Es mejor dejar el mismo espacio entre los verbos de acción (correr, saltar, disparar, gritar) a lo largo de los párrafos que apilarlos en una misma frase o, por contra, dejar frases vacías de los mismos.
- Llevar un orden lógico de los hechos. Hay que respetar los tiempos e ir siempre de atrás hacia delante. Mucho ojo con los gerundios, que solo sirven para marcar acciones simultáneas o anteriores al verbo principal.
- Mantener la coherencia del tiempo verbal. Esto puede parecer de perogrullo, pero no lo es. En español tenemos dos formas verbales de pasado simple y dos compuestas, y no siempre son intercambiables.
- Utilizar los verbos correctos. No se debe confundir esto con el punto anterior. Si lo que pretendemos es darle dinamismo a la acción, debemos ser precisos a la hora de elegir los verbos más adecuados. En este sentido, mejor que «se reía con fuerza, escandalosamente y sin poder contenerse» es utilizar: «se desternillaba». Menos siempre es más.
- No centrar la atención en objetos inanimados. Por ejemplo, si lo que estamos narrando es una jugada en un partido de baloncesto, mejor enfocar nuestra atención en la jugadora que lleva la pelota que en la propia pelota (salvo que esta última sea lanzada a canasta y tengamos mucho interés en ganar el partido, claro).
Si a esto le sumamos una adecuada mezcla de frases cortas, medias y largas para darle fluidez al texto, tendremos una escena resultona, armónica y de fácil comprensión. Misión cumplida.
¿Complicado? Sí, sin duda. Pero el escritor cuenta con un as bajo el teclado: nuestro gran aliado el punto de vista, esto es, la perspectiva desde la cual se narra lo que ocurre. Elegir bien el punto de vista ayuda al autor a centrarse a la hora de describir la acción. Es un truco que podemos utilizar con narradores equiscientes, o cuando el narrador es el propio personaje. Al tener que verlo todo desde la óptica de ese personaje en concreto, nos quitamos de encima la tentación de ofrecer otras visiones de la acción (con las distracciones que ello conlleva), ponemos el foco exclusivamente en lo que nuestro héroe hace (ganando así coherencia espacio-temporal y sentido narrativo) y, a su vez, creamos un vínculo con el lector que le ayuda a entender mejor qué está pasando. Es un win-win.
¿Quieres recibir más post como este en tu correo cada mes, además de nueva información y ofertas exclusivas? Apúntate a nuestra Newsletter.
Ilustración: César Ojeda