Cómo plasmar la acción: la elección del punto de vista
Hace unos meses planteamos por primera vez la cuestión referente a la importancia de los puntos de vista en las escenas de acción. Hoy, con la intención de arrojar más luz sobre este tema, traemos este post explicando en qué basarnos para elegir el punto de vista.
El punto de vista es un aspecto al que no se suele prestar tanta importancia a la hora de enseñar técnicas narrativas. Sin embargo, saber utilizarlo resulta fundamental a la hora de mantener el ritmo, crear tensión, mostrar información y que esta llegue en perfecto estado al lector. No es algo para tomar a la ligera.
Planteándonos nuestro libro como una película
Si todavía sigues sin entender a qué nos estamos refiriendo, vamos a contarlo de otra manera. Seguro que visualizas la acción de tu obra como si fuera una película. No es ninguna tontería, todos los escritores estamos influenciados por la manera de narrar del séptimo arte. Esa forma de narrar no es casual, busca crear expectación, tensión, marcar los ritmos, sorprender. Y tú, como autor, debes tratar de hacer lo mismo. Pero sin cámara.
Que no utilices una cámara para escribir no significa que no tengas que preocuparte de qué parte de la acción va a percibir el lector. Al revés, tiene toda la importancia. Y esto es a lo que llamamos punto de vista.
Al igual que las imágenes solo se muestran a través de una cámara, a nosotros nos interesa mostrar un único punto de vista sobre la acción —al menos en ciertos fragmentos—.
Por ejemplo, supongamos que tenemos una escena en la que nuestra protagonista está a punto de enfrentarse a dos guerreros que no van a volver a salir más en el libro. No nos interesa lo que puedan pensar los ladrones, sus sensaciones, impresiones o sentimientos. Su única función es enfrentarse a nuestra prota. Por eso, la acción estará mejor mostrada desde el punto de vista de la protagonista.
¿Qué ocurre cuando en la escenas aparecen varios personajes principales?
El narrador decide
En efecto, el narrador, como elemento del libro que lleva la voz cantante, es el encargado de mostrar al lector qué está ocurriendo. Por eso, para jugar con los puntos de vista, antes de empezar a escribir el libro debemos decidir qué tipo de narrador o narradores vamos a utilizar.
El narrador omnisciente —aquel que lo sabe todo— es paradójicamente el más rígido en este sentido. Como lo sabe todo y lo puede mostrar todo desde todos los puntos de vista posibles, no sirve a nuestros propósitos, ya que ver una escena con más o menos acción desde los ojos de varios personajes tiene tendencia a confundir y marear al lector. Además, es bastante más torpe, ya que obliga a utilizar más veces los nombres de los personajes. Un ejemplo de escena con múltiples puntos de vista:
«Teia desenvainó su acero y se puso en guardia sin saber si saldría de esta. Frente a ella, Solid y Jena hicieron lo propio. Él le lanzó una mirada cómplice a su hermana y esta le respondió con un leve movimiento afirmativo; iban a realizar uno de sus ataques conjuntos. Dejó que Jena cargase primero con su lanza. Teia consiguió esquivar a la guerrera, pero, tal y como se temía, no pudo evitar acercarse a Solid, que, contento por haberle tendido la trampa, lanzó un mazazo demoledor. Teia consiguió bloquearlo, pero dejó la espalda libre para un nuevo ataque de Jena; justo lo que ella había pretendido desde el principio. Teia fue consciente de que estaba perdida a la vez que Jena empuñaba con fuerza la lanza y la proyectaba hacia ella. Pero el ataque fue esquivado en el último momento. Horrorizada, Jena vio como el arma penetraba un palmo en el estómago de su hermano. Esto la dejó petrificada, lo que fue aprovechado por Teia para sajarle la cabeza de un mandoblazo. Esta vez había tenido suerte».
Pese a que se trata de una escena muy corta, de unos pocos segundos de duración, el uso del narrador omnisciente le hace resultar repetitiva y liosa. Y no solo las escenas de acción se ven afectadas por esto, también las conversaciones u otros momentos en los que los personajes hacen algo se pueden resentir si nos decantamos por este tipo de narrador.
Veamos ahora la misma escena desde el único punto de vista de la protagonista:
«Teia desenvainó su acero y se puso en guardia sin saber si saldría de esta. Frente a ella, sus dos rivales hicieron lo propio intercambiando una mirada cómplice. Acto seguido, se lanzaron al ataque. La guerrera fue la primera en cargar. Teia consiguió esquivarla, pero su finta la acercó al otro guerrero, que ya preparaba su enorme maza. Teia consiguió bloquear el terrible golpe, sabiendo que su espalda había quedado expuesta. Comprendió que era eso lo que aquellos dos malnacidos pretendían. Estaba perdida. Llevada por el instinto, se apartó a toda velocidad girando sobre su propio eje. Cuando completó la vuelta se encontró con que la mujer había descargado contra su compañero el ataque destinado a ella. Antes de llegar a sentir alivio, Teia sajó la cabeza de la guerrera de un mandoblazo. Esta vez había tenido suerte».
En este último ejemplo hemos utilizado un narrador equisciente de percepción limitada. Esto es, se trata de un narrador que no lo sabe todo, solo lo que está en la cabeza del personaje al que sigue. De modo que el punto de vista siempre va a ser el de ese personaje y lo demás son conjeturas. Un ejemplo de obra con este tipo de narrador es la saga Canción de hielo y fuego, de George R. R. Martin, que también es un excelente ejemplo de que el punto de vista puede variar con cada nuevo capítulo.
Las diferencias entre narrador omnisciente y equisciente son también ventajas tanto para el escritor como para el lector. Es un win-win:
- Al solo haber un punto de vista y no haber necesidad de explicar de más, la narración resulta más fácil y orgánica.
- La acción se centra en un único personaje en cada escena, resultando en una lectura más fluida.
- Se explica lo mismo con menos palabras, con lo que se gana en agilidad y hay un mayor descanso para el lector.
- Como solo se sabe lo que un personaje piensa/oculta/pretende, se genera mayor tensión.
- También hay más espacio para sorpresas y giros.
- Conocer solo el punto de vista de un personaje y desconocer lo demás genera mayor cercanía y empatía con ese personaje. Es ideal para conectar con el lector.
- Como solo tenemos un conocimiento parcial, hay detalles que se pierden. Pero esto no tiene por qué ser una desventaja, pues, ¿es de verdad necesario para el lector que se le explique de forma explícita el horror sufrido por Jena al atravesar a su hermano como a un pincho moruno? ¿Necesita saber el lector TODO lo que ocurre?
También son válidos —e interesantes— los narradores en primera y segunda persona más limitados. Y por supuesto, el punto de vista puede cambiar dentro de la misma obra, pero no se recomienda hacerlo dentro del mismo capítulo o sección. O, al menos, mientras la acción se está desarrollando.
No te lo pienses, toma partido en la narración de tus libros, elige puntos de vista interesantes y deja lo demás difuminado.
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